- Un encuentro con Román Pozo Juárez.
- Celulares conduciendo: Necedad.
- Cursos para impulsar la Reforma: SNTE.
- Recordando a Don Pancho Madero.
Alfredo González González.
El viernes anterior me encontré con el ingeniero Román Pozo Juárez. Había tenido noticias de que su salud se hallaba quebrantada, y me dio gusto observarlo valiéndose por sí mismo. El abrazo y los deseos reciproco de salud y progreso, además la promesa de ambos de cambiar impresiones en la próxima semana (O sea esta). Le enviamos nuestra satisfacción de haber superado los problemas y sobre todo haberse echado para adelante.
En otra cuestión, hemos estado atento a las estadísticas de los accidentes automovilísticos provocando por el alto índice de conductores que van usando el celular en el automóvil en movimiento. Es una necedad costosa y peligrosa. Hay dos alternativas para superar esas cuestiones que no solamente son sangrientas sino también costosas. Estacionarse, o bien llegar al destino inmediato. Pero no, somos como piel de la jodida y el colmo es que algunas “doñitas” se van aplicando maquillaje rumbo al trabajo, sacándose las cejas o bien una embarrada de lápiz labial, cuando es más importante levantarse más temprano, o bien escoger un lugar para hacer todo eso donde no haya accidentes que lamentar. El tema aparentemente sin importancia, la cobra cuando observamos los alegatos en las barandillas donde se cuestionan costos y multas o lo más grave el dolor en las funerarias.
Por otro lado, la dirigencia de la sección III del SNTE informó que iniciara un recorrido por toda la entidad a fin de impartir los cursos intensivos para capacitar a los maestros sobre la Reforma Educativa. Esto no indica un capricho o pérdida de tiempo, será para bien de los educadores para que estos se encuentren a tono con las demandas de la Reforma y crear progreso profesional y económico. Pero además formar con solidez el nuevo tipo de mexicano que está demandando la Nación.
En otro tema el próximo 22 de febrero se cumplirán 103 años del degüello de la democracia en México, cuando es asesinado Don Francisco y Madero. Quizá valga la pena señalar los errores que como humano tuvo y produjo el artero crimen: Licenciar a las tropas revolucionarias y darle el mando a Félix Díaz (su sobrino) y al chacal de Victoriano Huerta. El otro, el deseo de un cambio por la vía pacífica. Jamás se dio. Cambiaron rostros y vestimentas pero la larva del cacique y el clero Político tenían la genética de Don José de la Cruz Porfirio Díaz Mori: “¡No me alboroten la caballada, mátenlos en caliente!“
Se señala al único guerrillero que no depuso las armas a Emiliano Zapata Salazar. En una reunión sostenida con el calpulelque (Padre de almas) de los indios del Estado de Morelos, Madero le hacía esfuerzos por convencer a Emiliano para que depusiera las armas. “Mire general la Revolución ya concluyó, necesitamos estar en paz para el progreso”. Zapata viendo los cambios, que eran pan de lo mismo, no creía en que las tierras se repartirían, una y otra vez le insistía al reciente ungido presidente: “Mire usted, señor presidente, las tierras no se van a entregar y nosotros vamos a seguir igual”.
Tiempo después un par de lame botas ya pasado el cuartelazo se apersonaron con Emiliano Zapata para decirle, palabras más palabras menos: Dice el señor Presidente de la República el general Don Victoriano Huerta que si usted depone las armas será el presidente municipal de Cuernavaca y que además usted podrá imponer autoridades y tendrá la mejor hacienda de esta mejor. La respuesta fue incendiaria: Dígale a Huerta que aunque me mande a la madre que lo parió no depongo las armas… “es el señor presidente”. Zapata sacó la espada de la funda de la silla de su caballo y le dio una pela al oficial diciéndole a sus compañeros: Muchachos, a este cabrón cuélguenlo y al que viene con el déjenlo libre para que le vaya con el chisme a Huerta.
El 10 de diciembre caería abatido el caudillo del sur. Lo traicionó Guajardo por instrucciones del alcohólico de Victoriano Huerta.