En la opinión de Alfredo
• A mis mamás: Carolina, Sarita y Sarita, Aurelia y Angelita.
Alfredo González González.
Esta es una historia no de melodrama o de tristezas, sino de bondad y gratitud, de amor, y conocimiento de los buenos sentimientos de la mujer sudcaliforniana.
Recién nacido, la leche materna no llenó las condiciones nutritivas. Era 1939 y una mujer, la abuela paterna, doña Arcadia, recorría las casas donde tenía conocimiento que había madres en proceso de postparto.
Pidió su auxilio y así llegué a los brazos de Sarita Payen de Tuchman, Angelita Mayoral, Sarita Delgado de Romero, y Aurelia Pedrín de Payen, que turnándose me amamantaban. ¿Puede haber un gesto superior de amor maternal? Mi madre biológica siempre sentenciaba, cuando tengas uso de razón siempre protégelas, respétalas y amalas como si fuera yo misma.
Jamás olvidé su recomendación. A Mamá Angelita no la conocí, a mamá Sarita de Tuchman en sus últimos años la visitaba cada 24 de diciembre hasta que llegó el fin y a las mamás Aurelia y Sarita de Romero me tocó tratarlas y una de ellas Sarita llegó a ser mi maestra de tercero y cuarto año de educación primaria.
Convidaban, el alimento de sus hijos y eso es algo sublime y un mensaje de amor, de comprensión, de noble sentimiento con su reconocimiento a la mujer mexicana y a la calidad humana de la madre sudcaliforniana.
A mi madre biológica Carolina Sánchez González, quien forjó la costumbre de la gratitud, la recuerdo que se quitaba el pan de la boca para dárselo a quien tocara su puerta, porque sabía el significado de que lo era compartir lo poco que se tenía. Todo esto es para estar jubilosos, porque ello se convirtió en una hermandad, entre aquellas mujeres a quienes jamás será suficiente el amor con que las recuerde.
Son las grandes diferencias de los dramas, donde niños indefensos son abandonados en basureros en las grandes ciudades. Irónico, porque ni las hienas abandonan a sus cachorros. Yo me felicito porque tuve 5 mamás y una abuela que supo amar a su único hijo Alberto Miranda Beltrán y con quien procreó con Alberto Miranda Aguilar de raíces Yaquis.
Muchas cosas han sucedido, pero quiero insistir que esto magnifica que la madre y la abuela sudcaliforniana y los senderos trazados por Dios que me dio a mi compañera y a mí, la fortuna de formar un hogar y conocer a nuestros 5 hijos, 12 nietos y dos bisnietos. Junto con ella sorteamos los escollos del camino donde están incluido 5 mamás que nos dieron amor y sustento.
En alguna ocasión un ciudadano iracundo con motivo de una crítica me dijo: ¡Usted no tiene madre! Con voz suave le repuse: Efectivamente, no tuve una, tuve 5.
Hoy, 10 de mayo, también recordamos a aquella dulce madre que vio morir en la cruz a su hijo amado. Para pagar las culpas de una humanidad maltrecha. Hoy, cuando la rapiña, el crimen, la explosión de fementidos, vuelven a dar forma al motivo del sacrificio de aquel justo sacrificado injustamente. Le pedimos a Dios que ya se deje de rasgar la geografía de un país que tiene todo el derecho de convertirse en una nación justa y equitativa y donde colores y siglas, envidias y ambiciones, no tracen el rumbo del destino de los hijos de los hijos de nuestros hijos.
Este es nuestro homenaje a la madre del pescador, del ranchero, del obrero, del maestro que combate la ignorancia, de Políticos que cumplen con su deber o a veces hacen sufrir por su comportamiento, es el mensaje para esos que están en gestación y que seguramente tienen todo el derecho de encontrarse un mundo mejor.