ECO PENINSULAR
Alfredo González González
Abril: Dos efemérides.
Las efemérides marcadas por el calendario cívico son importantes porque dan vigencia a la memoria histórica de los pueblos.
A propósito de reelecciones, siempre hablamos de José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, y no es para menos porque el oaxaqueño de sangre indígena se aventó más de treinta años en el poder.
Sin embargo, debió haber tenido cosas positivas como la construcción del Palacio de Bellas artes de la Ciudad de México, el impulso del transporte de ferrocarril, pero además está catalogado en la historia como “el héroe del 2 de abril de 1862”.
Estaba bajo las órdenes del General Ignacio Zaragoza junto con los oficiales José María Manuel Márquez de León, oriundo de nuestra entidad, que dicho sea de paso por ahí está registrada una carta que le enviara Márquez de León quien con mucho valor civil, lo acusó de dictador y de haber traicionado los intereses de la República.
Díaz Mori se encargó de minimizar la obra que realizó porque el hombre se transforma en dictador cuando se enamora del poder y esto es un dique para la democracia. Don Porfirio al cumplir los primeros cuatro años por sus meros calzones decretó que el Presidente de la República podía reelegirse por un periodo más. Iba rumbo al final del octavo año de mandato, el Ejecutivo Federal podía hacerlo cuantas veces quisiera.
Cuando le llevaron la noticia de que había un brote de rebeldía, Díaz dijo: “No me alboroten la caballada, mátenlos en caliente”.
Todas esas cosas y sumándole la proliferación de cacicazgos, de apapachos, de concesiones extranjeras como la Compañía del Colorado, habiendo sido corregido este acto un veintisiete de enero cuando se recuerda el asalta a las tierras de Mexicali, ordenado por el General LázaroCárdenas. El héroe del 2 de abril, se redujo al olvido y hoy duerme el sueño eterno en el cielo nublado de París y un ciprés que silva siniestro por las noches.
La otra efeméride es la que corresponde al asesinato a mansalva del caudillo del sur, General Emiliano Zapata Salazar. Como es de todos sabido, los indios del Estado de Morelos habían recibido de los reyes de España certificados en pergaminos en el que los acreditaba como dueños de tierras, montes y valles para el usufructo agrícola.
Cuando la revolución es traicionada y les arrebatan las tierras, una y otra vez, visitó al Gobernador del Estado de Morelos y le demostró que los auténticos dueños, eran ellos. El lame huevos de Porfirio Díaz le dijo que las leyes habían cambiado y que ahora esas tierras pertenecían a otros. Cuando uno de los acompañantes le dijo: “¿Qué hacemos con estos documentos? “, la respuesta de Zapata fue tajante: “Guárdalos por si algún día se llegan a necesitar, pero lo que es ahora, los que van a hablar son los fusiles….”.
De ahí para adelante a cabeza de sillas empezó a tumbar cercos y reunió a un ejército que luchaba en el sur del país. Cuando entre el General Jesús Guajardo Martínez y don Venustiano Carranza empezaron la conspiración, ya muerto Madero y habiendo usurpado el poder, el chacal, le hicieron un alto y el que llevaba la voz cantante, le dijo: “Antes de extender la mano, rechazándola Zapata, dice el Sr. Presidente de la República, Don Victoriano Huerta, que si usted depone las armas va a poder imponer los presidentes municipales de Cuernavaca, y además, podrá tener la mejor hacienda del estado. Tamaña ofensa al jefe guerrillero lo llevó a decir: “Dígale a Huerta, que aunque me mande a la madre que lo parió, no depongo las armas….”. El oficial huertista le dijo: “¡Es el señor Presidente!” y volteó a ver a sus tropas y les dijo: ¡Muchachos, a este cuélguenlo y al otro déjenlo para que vaya con el chisme a Huerta!”.
Guajardo fue convencido de entrar a la conspiración y le comunicó al General Zapata, que le entregaría pertrechos de guerra y además le obsequió un caballo rubio llamado “el as de oro”. Lo invitó a una vieja hacienda llamada Chinameca y después de los honores militares fue acribillado cobardemente. Esto fue un 10 de abril de 1919.
El pensamiento del día:
“DECÌA ÀNGEL CÈSAR MENDOZA ARÀMBURO: “ME PREPARÈ MÀS PARA DEJAR EL PODER QUE PARA RECIBIRLO”