Eco peninsular
Alfredo González González
Surge otro personaje en el affaire de los despedidos.
Ley Bonilla: agravio a la Carta estatal de B.C.
Rubén, al parecer quedó en medio.
Sin respeto alguno, la sede municipal tomada como coliseo, eso dicen.
Temas diversos: Rubén, Víctor Manuel y los que falten.
A raíz del recién despido del ayuntamiento paceño, surgen algunas especulaciones, sobre la intromisión de un alto personaje a la escena: el señor Lic. Leonel Cota Montaño.
He dicho que, el de la misión es un hombre inteligente, sabe administrar el rencor y es el más peligroso, políticamente hablando. Silenciosamente se desplaza, sabe que no hay tiempos para desgastes innecesarios, como algunos que sufren calenturas adelantadas.
Esto arroja, al menos en apariencia, dos o tres desencuentros de Víctor Manuel Castro Cosío y Leonel Cota Montaño, que concluyen el idilio político donde se habla del descuido de más de 20 mil casillas de parte del entonces presidente del PRD.
Sin embargo, debemos de reconocer la sagacidad del santiagueño porque esto despeja el camino para que una familiar de él, avance un paso más y con el último fenómeno meteorológico, la ausencia de Armida Castro de Los Cabos, con o sin justificada razón, no estuvo presente en los momentos más urgentes del territorio que gobierna.
De esta manera, si se presenta el enfrentamiento de dos búfalos, ninguno está en desventaja, Castro Cosío por su parte, es un hueso duro de roer, y el otro, como diría el Bobby García Manríquez no se le puede tener confianza no estando enterrado (no le deseo ningún mal).
Suponiendo sin conceder que varias especulaciones coincidan sobre lo mismo, peligrosamente, el Ayuntamiento de La Paz ha sido tomado como un coliseo.
En el caso de Rubén y sobre el despido, habría que saber si actuó de mutuo propio o se lo ordenaron desde muy lejos y en este evento, no debe quedar en medio porque va a salir políticamente lastimado. No se le debe de olvidar que los de enfrente difícilmente dejan de lado su ex filiación priista. Es obvio que haya otras resultantes que de una o muchas razones, esto le facilita el camino a Rosa Delia, a una senaduría, a una diputación federal o a un puesto de relevancia. Aquí lo único discutible es el nepotismo político.
Y si se van convertir en gladiadores Cota Montaño y Castro Cosío, un olor azufre amenaza al edificio de Colosio y Carabineros. Y la dramática conclusión de toda esta parafernalia es que los desempleados pelearon por MORENA y ahora ésta los ejecuta.
En cuanto a la ley Bonilla, el Presidente de la República debe asesorarse bien, porque los sustentos del pacto de la unión es la obligación de la federación de respetar la autonomía de los Estados, los cuales están amparados por el ejercicio de los tres poderes locales. La ley es la ley y debe de respetarse dice el principio del derecho Romano y ahí se topa con pared cualquier capricho, sea de quien sea. Ojalá y los norteños no tengan que arrepentirse.
El chispazo periodístico: las 8 columnas de El Peninsular del viernes anterior, dice: exigen al congreso Ley de Movilidad.
Comentario: ya no se debe postergar.
La anécdota: cuenta la conseja oral y en este momento no recuerdo si es así y viene en unas obras costumbristas del maestro Jesús Castro Agúndez de agradables recuerdos, Más allá del bermejo o Patria chica, cuando era inspector escolar debía de recorrer toda la campiña californiana, para evaluar a los escolares. Eran en ese entonces escuelas unitarias. O sea, atendidas por un solo profesor.
En especial había una escuela a la que asistía anualmente, atendida por una maestra y afallecida. Cada vez que hacía la visita se encontraba a la mentora embarazada. El profe Chucho le preguntaba al verla en periodo de gestación: ¿y usted no lee?, ¿no la llevan al pequeño cine?, entonces la maestra le contestó: mire profe, que voy a hacer en estas soledades. Me ataca el enfado, el aburrimiento. Insiste Castro Agúndez: está bien pero, ¿ni siquiera una idita al cine de vez en cuando? Y la profesora le dice: Si, pero a la salida me cobra la entrada, maestro póngase en mi lugar. La voz de trueno del profesor chuchoCastro se escuchó por dentro de las cañadas: ¡Me pongo, madre!