Arturo Salas Sánchez: siguió su viaje por la galaxia.
Son bálsamo en la oración por y para su fe.
Una vida paralela a la de su señor padre. Nada nos arredro.
Un epitafio para su recuerdo seria…
Por: Alfredo González González
La noticia me entristeció. Éramos familiares y aunque no nos miramos seguido imperaba el espíritu de una familia que se constriñe en un árbol gigantesco con tallos fecundos y sombra generosas como los Sánchez , Morales Gonzalez , torre blanca Sánchez, Sánchez Cordero, González González, Hernández Sánchez.
Unas raíces venidas desde España, otras germinadas en los Ranchos y otra más hasta el Bacatete, Sonora. Me dolió su partida. Últimamente habías tenido una cercanía mas estrecha pues en las pláticas comentábamos nuestras cuitas. Le hablaba de un familiar enfermo y un día me pregunto que si tenia biblia y le dije que si y me dijo: búscate al profeta Jeremías, capitulo veintinueve y versículos once, doce, y trece. Y ahí encontré donde Jehová dice “yo les daré un futuro y una esperanza y no calamidades”. Lo he leído muchas veces pidiéndole a Dios guiara la ciencia de los doctores y para este momento la fe y la ciencia van haciendo su trabajo.
Crecimos juntos en el viejo barrio de la 16 de septiembre con las familias Collado, Angulo, Scholnick, Palencia, Atarango, era el corazón de esa calle donde se juntaban la 16 con la Madero. Nos llevábamos seis meses de edad y era un entusiasta de una corriente religiosa que todavía no me explico quienes están en contra de ella cuando aquí se cristaliza aquello de que todos los caminos conducen a Dios.
Arturo fue un buen hombre, extraordinario padre de familia. Un libre pensador como su padre, un esposo amantísimo y una rectoría educativa en su hogar para ser una familia socialmente productiva. El día de su estrella fue el 30 de mayo de 1939 y el día de su partida fue ayer 25 de Julio del 2021.
Arturo salas fue de la generación de Alfonso González Ojeda, Gilberto Salgado Ríos, Antonio carrillo Huacuja, Félix Soto Méndez, Arturo Sotelo Salgado y de un servidor cuando mi abuela materna me enviaba a una escuela particular, la veinte de noviembre.
Seguimos caminos distintos. Pero cada encuentro era de abrazo y de recordar los juegos de la tarde noche, al gato, al cani cani por todo, por el día de elevar papalotes en el malecón. A veces le pregunto: ¿Dónde se extraviaron esos años? Arturo selecciono lo que, a sus sentidos, su reflexión le pareció el sendero por donde se hizo acompañar por la oración y por Dios y creo que eso no es malo. Muchas veces platicamos que un servidor sigue siendo católico cristiano. Eso nunca nos separo sino por lo contrario fortaleció la comprensión que debería de existir en el género humano.
Cada vez que le pido a alguien a quien le he profesado no solo la amistad del amigo sino el afecto del hermano me revolotea el cerebro un fragmento de la obra “Por quien doblan las campanas” de Ernest Hemingway y creo que debería ser el eterno epitafio para el recuerdo de Arturo:
“La muerte de cualquier hombre me disminuye porque soy parte de la humanidad. Por eso nunca quieras saber por quien doblan las campanas”. Están doblando por ti”
Anda, Arturo, Dios te esta esperando.