La Paz, BCS, a 1 de enero de 2018
A LA IGLESIA Y A TODOS LOS HOMBRES Y MUJERES DE BUENA VOLUNTAD
QUE PEREGRINAN EN BAJA CALIFORNIA SUR
“¡El Señor los bendiga y los guarde, haga resplandecer su rostro sobre ustedes y los mire con benevolencia. El Señor vuelva hacia ustedes su rostro y les conceda la paz!” Num. 6,24-26
Con esta invocación comienza la Iglesia un nuevo año, el Año 2018 desde el nacimiento de Nuestro Redentor Jesucristo, y al inicio del mismo envío mi saludo y mejores deseos a todos los que compartimos estas tierras benditas de Baja California Sur.
Ciertamente el año comienza envuelto en graves problemas y amenazas que nos retan: la violencia, la inseguridad, el crimen organizado, la pobreza, la desigualdad, la corrupción, la impunidad, etc.; todas ellas complicadas por un contexto internacional difícil y muchas veces hostil e incluso agravado por los severos daños causados por la naturaleza.
Nada de esto nos desanima, al contrario, así como después de los desastres naturales nos sentimos desafiados e impulsados a empezar de nuevo y a reconstruir lo derrumbado en forma responsable y solidaria, así también después de la erosión y degradación familiar, social, económica y política causada o permitida por nosotros mismos, nos sentimos llamados y urgidos a reconstruir nuestras vidas y nuestra convivencia social. Como dice el ranchero sudcaliforniano: DESPUÉS DE LA TEMPESTAD… VIENE LA CHAMBA.
Vemos como una gran oportunidad para esa labor de reconstrucción el proceso electoral que viviremos este año, en el que podremos renovar nuestras autoridades federales, nuestro congreso local y nuestras autoridades municipales, otorgando el ejercicio de nuestra soberanía y mandato a quienes consideremos más aptos y dignos y negándolo a quienes nos han defraudado o no nos han dado pruebas suficientes de saberlo ejercer para bien de todos.
Esta circunstancia nos obliga a reflexionar en la dimensión política que es propia e incumbe a todo ser humano y en el ejercicio de la política como vocación de aquellos conciudadanos que solicitan nuestros votos para dirigir los destinos y organizar los esfuerzos de nuestra sociedad.
En efecto, la política como búsqueda del bien común y esfuerzo por construir aquellas condiciones que más favorezcan la vida y el desarrollo de las personas, de las familias y de la sociedad entera, es una tarea que nos incumbe e involucra a todos y en la que todos tenemos el derecho y la obligación moral de participar.
Fuera de los sacerdotes, a quienes la ley civil y canónica prohíbe algunas formas de participación política, todos los laicos, cuya vocación se realiza en el campo de las realidades temporales, pueden y, en ocasiones deben, participar en el quehacer político, votando, afiliándose a un partido, organización civil, comité de barrio o colonia o grupo social, e incluso presentándose o apoyando a alguno de los candidatos a diversos cargos, siempre buscando razonable y razonadamente el bien común por encima de los intereses particulares.
Nuestra Iglesia católica no tiene, ni pertenece, ni se identifica, ni está en coalición con ningún partido o frente político, sino que valora todas las opciones legítimas y confía en el criterio y sensatez cívica de sus feligreses y los invita a participar en forma activa, madura y responsable en la contienda electoral, procurando siempre en conciencia y delante de Dios el bien mayor de nuestra patria y de nuestro estado, aun corriendo el riesgo de equivocarse.
El reino de Dios no es un reino de este mundo, pero tampoco es ajeno a él. El reino de Dios no es un lugar distante al que seamos invitados a ir, sino que es una realidad que debemos hacer presente en nuestros ambientes como una pequeña semilla, como levadura o como una pequeña flama de luz. El reino de Dios ha irrumpido en la historia humana con el nacimiento de Jesucristo y la Iglesia está llamada a ser sacramento de ese reino, pero como bien nos enseñó Jesus, “el reino de los cielos exige esfuerzo y sólo los esforzados logran alcanzarlo” (Mt. 11, 12).
El quehacer político no es una obligación menor, ni una responsabilidad poco importante, sino que es una exquisita y exigente forma de la caridad que Cristo nos mandó y una valiosa manera de honrar a quienes nos dieron patria, por lo que desde ahora los invito y los exhorto a involucrarse y a participar en él con seriedad y madurez y no como un simple pasatiempo de sobremesa o rumor de redes sociales, ni mucho menos con la intención torcida de alcanzar el poder a cualquier precio.
Con estas reflexiones y deseando a todos un año lleno de gracias, de oportunidades y de bendiciones, les reitero mi sincero y fraternal afecto y los encomiendo en mi oración, a la vez que imploro para mí el beneficio de sus plegarias.
Con mis mejores deseos:
FELIZ AÑO NUEVO
+ Miguel Ángel Alba Díaz
Obispo de La Paz