Mi madre y yo lo plantamos
Por: Salvador Castro Iglesias
Si señor, así cantaba Don Alberto Cortés por allá de los años 70tas.
¿Saben? Esa canción me recuerda mucho a mi Madre Doña Graciela Iglesias Limiñana, una mujer con los pantalones bien puestos y bien pegados al corazón. Amorosa, sabia, letrada y sobre todo amante de sus hijos.
Nunca plantamos un árbol juntos (aunque debo decir que si me caí yo de uno de ellos y me abrí la cabeza para terror de mi madre). Pero quiso Dios que siguiera vivo y aquí me tienen recordándola a ello porque la amo y ya.
Pero si me enseñó desde pequeño que debía yo de plantar amistades, llenarlas de nidos de amor, de paciencia, de tolerancia y de seguro me darían una buena sombra al paso de los años.
Y bien, así pasó, hoy tengo muchos amigos como el árbol aquel su fronda, ancha y plena en donde anidan mis amigos, mis querencias y mis recuerdos.
También ese árbol me ha dado hoy 4 hijos e hijas, 7 nietos, dos hermanas y un amor que se llama Irma, todos juntos en el amor y el respeto que solo se consigue con la edad, el respeto y el amor.
Mi madre plantó no solo un árbol, también las semillas y un código de amor y respeto que hemos tratado de seguir todos, en la cercanía y en la distancia y hoy que ella no está.
Si señor, mi madre y yo lo plantamos en esos breves momentos de paz cuando por las mañanas tomábamos café, conversábamos y gota a gota me daba pequeñas gotas de sabiduría, de añoranzas y de remembranzas de una niñez que se le fue de las manos porque el tiempo así es, sin pretextos ni excusas.
Ese árbol que plantamos hace ya muchos años sigue en pie, esperando nuevos nidos, nuevas charlas, nuevas risas y abrazos de esos que siempre perduran en el alma.
Y agrego otra estrofa del gran Antonio Machado “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. ¿porqué?, porque cada día, cada semana, mes y año, vamos haciendo camino aunque a veces creamos que no es así, que lo cotidiano no importa, que al no hacer hermosos poemas, grandes tratados o discursos no dejamos camino; pero hoy me doy cuenta que el camino se construye en el día a día, en el que vamos inconscientemente trazando una brecha que otros han de pisar algún día, brechas libre de piedras, tropiezos y peligros.
Si señor, amé los cafés de las mañanas llenos de vivencias y experiencias al lado de mi madre, de consejos y advertencias.
Escribo hoy al ver, leer y saber de tantos seres humanos que van por la vida solo por ir, sin un destino visible, sin esperanzas, sin sueños por conquistar.
Gracias mamá por haber sido quien fuiste, quien a pesar de tus muchos sueños rotos los surciste y remendaste para darnos una gran sombre en la cual hoy podemos cobijarnos. Te amo y siempre.