Hoy se mezclan en mi mente cual dos tintes en un vaso, crepúsculos de occidente y arreboles del ocaso. Marcaba lo anterior la bohemia a media agua de Héctor “El Toto Fiol”, expresión nostálgica, rítmica con el pensamiento de sus avatares en el puerto y una lánguida sonrisa, mirando con desdén la mediocridad.
Estamos despidiendo por adelantado el 2015. Y el día 31 de diciembre último día del año, así como la última hoja del calendario. Atrás van quedando frustraciones, buenos momentos, angustias y evocaciones que se confunden con el bullicio de la gente que apremia que el segundo marque la media noche y nos estrechemos en un abrazo que no quisiéramos tuviera final.
Cuando el desván de los amigos que hacen gala en el sentido que la muerte es una consecuencia de la vida. Nadie es inmortal. Pero no niega los recuerdos. Hay tazas vacías, no han acudido Ricardo Santos, florentino López Márquez, Pablito Romero, Adolfo Lucero, José Gómez, Rafael Siqueiros, etc. Quienes ya se encuentran en el convivio eterno. Ya hizo un año y meses que no se avizoró a Ángel Cesar Mendoza Aramburo, que dejó un legado de humildad, humanismo, fraternidad y su desaparición representó una estocada toledana, en mi espíritu.
La alegría será el primer impacto de 2016. Pidámosle a Dios que nos permita tiempo de ver formado sus hogares a los hijos de nuestros hijos, porque es tanta la fragilidad del ser humano que no es raro pensar de cuantos podremos hacer el recorrido por la senda del 2016 y esperemos que los que estamos de pie volvamos a desearnos los mejores próximos 12 meses de nuestras existencias.
Durante el año que agoniza, algunos viejos, jóvenes de la tercera edad alguna vez sintieron el gusanito de la primera juventud. Idealizan algo y al reflejarse en el espejo sentimos que nuestro tiempo se ha marchado, con aquellas madrugadas que se marcharon para siempre. Pero también al observarnos el rostro, el paso cansino, la esperanza de ser padres, abuelos y bisabuelos, la convicción de acatar el respeto que nosotros mismos nos debemos tener y el que debemos profesar a nuestra familia.
¡Ay de aquel que crea que es lo mismo los tres mosqueteros que 20 años después! Y no es que el varón no deba sentir ese algo que queda por ahí, pero las proporciones cronológicas nos obliga a pensar en aquel fragmento de la melodía de Charles Chaplin: Tú llegaste a mí cuando me voy, tú eres flor de abril, yo tarde gris… (SIC) Es cuando se trata de detener el tiempo pero sus compases son inexorables. Sin embargo la autoestima debe ser primordial, llevar la edad con dignidad, no perder el buen humor, y, cuando llegue el gran momento, estar en paz, empezar a soñar que te adormeces entre nubarrones de mil colores, recordar la bohemia con el buen licor, mejor platica y repetir con Héctor Fiol: Hoy se mezclan en mi mente, cual dos tintes en un vaso, crepúsculos de occidente y arreboles del ocaso. O bien: Amé y fui amado, vida nada me debes, vida estamos en paz. (SIC) llevarse el recuerdo el color de unos ojos que hubiéramos querido ver 20 años antes y que un gesto de gentileza muchos la confundimos con un coqueteo que nos trae adormecidos hasta que nos percatamos que el tiempo transcurrió y que nos exponemos a que, el derrumbe sentimental se estrepitoso.
Que la luz del nuevo día nos haga batallar otro año más y que el general de millones de estrellas nos obsequie mucha salud, bienestar, progreso y unidad con humanismo y expresar:
¡Hasta otro nuevo amanecer!