EN LA OPINIÓN DE ALFREDO
• “Cuando un amigo se va….”
• Aumenta nuestra agenda.
Alfredo González González.
Sonó la voz ronca y entrecortada, uno de los grandes amigos de Mario Santiago alcanzó a decir: Se fue Mario. Eliseo Zuloaga de los grandes amigos de Mario fue el portado de la noticia y quien estuvo al pendiente del viejo camarada.
Siempre recuerdo en estos casos la mezcla de dos composiciones: “Cuando un amigo se va, queda una brasa encendida, que no se puede apagar ni con las aguas de un río. Yo siempre fui un Adiós, un brazo en alto, cuando quise quedarme vino la noche y me quedó con élla…”
Buena conversa, paciente para escuchar, a sabiendas de que el saber oír al del frente cuenta con una gran virtud. Periodista que se hizo en la breña, autodidacta formal, acucioso y de cultura general. Mario Santiago pronto ocupó su lugar entre los lectores y la culminó con su revista Compás.
Nunca dejé de agradecerle el generoso espacio que me brindó y que por muchos años ocupé en esa brigada de manojos de inquietudes.
A veces me decía cuando la desolación me arropaba por el comportamiento cobarde de un ex gobernante: “Si te caes, grítale al mundo que estás de pie”.
Mario cómo hombre tuvo errores, por ello su naturaleza esa extraordinariamente humana.
Fue amigo y compañero y supo poner en su lugar a los agiotistas que lastiman a los humildes y a los insolentes de levita y olorosos a lavanda. Donde estés, te envío mi abrazo y algún día expresaremos juntos el final de la obra de Remarque: “Sin Novedad en el Frente”. ¡Anda, ve con Dios!
En estas condiciones, nuestra agenda de nuestros amigos aumenta: Hace tiempo fue Gustavo Gutiérrez González, Félix Ortega, María Teresa Higuera Peña, Eduardo Velázquez Chávez, Sebastián Díaz Encinas, Carlos Lara, Lorenzo Galván. Lenín Torres, Carlos Morgan, Alberto Antuna, Fernando Amaya, Manuel Encinas Cuadra, Alejandro D. Martínez, Carmelita Diestro, Francisco King, Rogelio Olachea, Francisco Díaz Bonilla, Jorge S. Carrillo y sus hijos Jorge y Oscar Walterio, Arturo Sotelo y Cannet, Norvell Abente Martín, Enrique Peña Moyrón, Manuel Torre Iglesia, Felipe Ojeda, Eutimio pinzón, Raúl Zavala, Rogelio Félix, Rubén Villareal, Julio Cesar Saucedo.
Son los que recuerdo y con quien en mayor o menor grado cultivamos la amistad y el compañerismo sin que de ellos sobre mi imperara la ley de la ventaja.
Me asaltan los recuerdos de los últimos 52 años queriendo aprender a hacer periodismo, más de la mitad de mi existencia. Sonreí en esas tardes noches de farra, de discusiones bizantinas y finalmente imponiéndose la franca camaradería.
Este verano ardiente despide a Mario Santiago, la brisa lo arropa y la bahía lo arrulla. Su meta está en el horizonte donde parece juntarse el mar con el azul del cielo. Vendrán las ausencias que se podrán convertir en ejemplo a seguir, si alguien pregunta algún día: ¿Quién fue Mario Santiago? La respuesta es contundente: “Fue un hombre, que comulgó en el altar de la fraternidad”
Si bien es cierto, que la muerte constituye la consecuencia de la vida debemos recordar a Mario entre las páginas de los periódicos en los que escribió, en su revista con la que se ganó verdaderamente el esfuerzo de escribir.
Heredemos su seriedad, su prudencia, sus tiempos para reflexionar y el mandoble del estoque toledano para cruzar la cruz en el rostro de los impostores, de los que flagelan al pueblo, de los que sirven para maldita la cosa, y que el poder, así lo establecía, debe ser para servir en todos los niveles, y repetir las palabras del Quijote: Al que mata, grítale ¡Asesino! ¡Al que roba! ¡Ladrón!, ¡al que da puñaladas por la espalda! ¡Cobarde! Baja California Sur, pierde a una de sus mejores plumas, esfuerzos eslabonados con la fuerza de la razón, la verdad y la valentía.
En medida que lo recordemos o que musitemos una oración, Mario seguirá vivo con la pluma en la mano, dispuesto a seguir por la senda de la aventura más romántica que existe: El periodismo.