Hoy se cumple un año que te ausentaste físicamente. Negar que tu ausencia física se extraña, sería como negar un trozo considerable de la historia de los sudcalifornianos. Sentiste en carne propia las dificultades de las familias para poder enviar a sus hijos a estudios superiores fuera de sus hogares porque eso será fragmentar los modestos salarios. Por ello, cuando un pueblo ciudadanizado, sin banderas de partidos y colores decidió concederte la confianza de gobernarlo seguramente que en tus madrugadas adelantadas determinaste que había llegado el momento de entregarle a este pueblo una institución hoy por hoy el alma nutricia de los universitarios californios. Así empieza a funcionar nuestra universidad, teniendo la sede en la escuela 18 de marzo. Hubo tropiezos, golpes bajos pero inclusive llegaste a nombrarte rector para que a través de un tiempo considerable se retomaran los pasos universitarios.
Dio la oportunidad que les diste, Ángel César, a nuestros jóvenes, de prepararse en sus lugares de origen y haciendo rendir el salario de los jefes de familia.
Podríamos hablar mucho de tu ejercicio gubernamental pero hay uno en especial que nadie sabía, era aquel de tus desapariciones para ir a ver al compañero de la primaria que se encontraba postrado y con toda discreción y prudencia deslizabas recursos para que se atendieran o bien cuando tu amigo inolvidable Humberto César García era atendido personalmente por ti en el seguro social donde con tus manos les dabas en la boca el alimento líquido, como aquella tarjeta que me entregaste cuando se construyó la segunda parte de la 8 de octubre y le cumplías una promesa a una señora de que tendría su casita y me dijiste: Toma llévale a Micaela dile que es su regalo de navidad. Y como esas hay muchas. Hablaban del sentido humano del sentimiento que le producía la pobreza extrema, la injusticia, y son poquísimos los que se puedan decir que alguna vez llamaron a su puerta y no les flanqueaste la entrada. Más allá de una oratoria conciliadora, fina, humana, estaba precisamente el humanismo porque venias de gente humilde hijo de una modesta costurera de alta escuela y de un humilde comerciante. Que Dios te acompañe.