En la opinión de Alfredo.
• En BCS “Santa” estuvo preso.
Alfredo González González.
No es nuestro ánimo frustrar la emoción infantil, que de alguna forma las asociaciones civiles o gubernamentales les ayudan a sobrellevar el no alcanzar el regalo que le pidieron a “Santa”.
Sin embargo la anécdota acaecida en la ciudad de La Paz lleva un mensaje en cuanto a aquello que deja mucho que desear de quienes enriquecen sus cuentas con las fiestas navideñas:
Platicaría alguna vez mi padre, que hace algunos años había llegado hasta estas playas una persona del interior del país. Era la época navideña, y el único empleo que logró fue el de, alquilarse como Santa Claus.
En conocida tienda local ubicada en Belisario Domínguez entre Artesanos y Agustín Arriola, había un comercio en el cual lo emplearon. Lo rellenaron con los cojines, le pusieron su barba blanca, los espejuelos, el gorro y unas simuladas botas de cartón negro. Además un costal de golosinas y una campanita. Dentro de las obligaciones de Santa Claus, era atraer a niños lanzando un largo Jo-Jo-Jo, obsequiar algunas golosinas con el claro objetivo para que ingresaran así como sus papás al comercio en cuestión.
Empezó su trabajo: El Jo-Jo, sonar la campanita y obsequiar una golosina. Todo iba bien hasta que pasado el mediodía, felinamente volteó a lado y lado y al ver que no iba ni venía nadie, con agilidad destapó una botella de tequila y se dejó caer un espeluznante trago.
Obviamente se puso más coloradito, más simpático y el Jo-Jo se convirtió en Ji-Ji y a media tarde en el norteño Ajua! Las cosas se podían predecir que no saldrían bien.
Al pasar una dama de buen ver, Santa Claus con una ronca y lujuriosa voz le dijo: Adiós señora mía, que buena nalga tiene. La bolsa de la dama rasgó el aire y le cruzó el rostro a Santa que quedó descontrolado y soltado con el rostro descompuesto.
La audacia prosaica de Santa, llegó a los extremos cuando en la otra esquina estaba otro Santa Claus limpiecito y tratando con ternura a los niños y soltó la exclamación el majadero:
-No vayan con aquel
¡Es puto!
Lo que demarró el vaso fue que un parroquiano que observaba sus desfiguros lo tomó del fondillo y lo jaló algunos metros. La respuesta fue instantánea:
-¡Ora jijuetu tiznada madre!
En ese momento iban pasando unos niños que soltaron el llanto ¿Cómo era posible que santa fuera tan grosero? Se llamó a la policía y el personaje fue remitido a seguridad y transito cuyo titular era el general Lorenzo Núñez Avilés, que fue el que comentó el suceso a mi papá: Vente, Beto, tengo a Santa Claus detenido por ebrio y grosero. Mi padre no esperó un segundo y esto fue lo que me dijo.
Ya habían calificado a santa y 2 policías lo escoltaban para ubicarlo en una subcomadancia. Iba con el gorro por un lado, las botas desabrochadas y el cinturón con la hebilla por un lado.
-¡Suéltenme cabrones!
-Santita, se bueno.
-Yo no soy santita cabrón.
-Comportante, ya te quemaste.
-Yo no soy Santita, hijo de tu tiznada madre.
-Ándale santita compórtate.
-Yo me llamo Bartelomeo Melosurres.
Finalmente los agentes lograron subirlo a la patrulla y ya para ello una muchedumbre se hizo presente. Santa sacó la cabeza y gritó a todo pulmón: “! El gusto que me queda cabrones, es que no les va a amanecer nada!”
Creo que se podía eliminar muchas cosas para que no haya desilusiones. Me imaginé la noche buena en las rancherías con atole y tamales y los niños extasiándose con el fulgor de las estrellas llenos de fe y de esperanza.