En la opinión de Alfredo
• Gaby de Mendoza: Civilidad y humildad.
• El ejército sigue en las calles: Lo dijo el comandante supremo.
• La anécdota cardenista.
• Hay de armamentos a armamentos.
Alfredo González González.
Recientemente la señora Gabriela Velásquez de Mendoza en representación de su esposo, tuvo una reunión con el secretariado del gobierno del Estado, en una reunión de carácter social como el festejo navideño anual.
Hizo una reflexión sobre el recurso humano que representa un engranaje de importancia porque son las interlocutoras entre las secretarias y los servidores públicos. Representó a su esposo con decoro y dignidad y advirtió en un mensaje que estimuló a las personas del sexo femenino que laboran al servicio de la administración pública estatal.
Por otro lado, si las declaraciones del Secretario de la Defensa Nacional fueron de energía y de preocupación puedan regresar a los cuarteles, despertó comentarios en pro y otros con severas reflexiones, no lo fue menos la de Peña Nieto al advertir que los soldados permanecerían en las calles, sobre todo en aquellos Estados que estén pasando por situaciones críticas.
Para nadie es desconocida la labor social del ejército en casos de desastre, empero la población cuando está en crisis severas por los ilícitos se debe salvaguardar no solamente por el ejército sino por las otras instancias de gobierno, bajo unas normas precisas que el caso requiera y que no se produzcan grietas.
Sin embargo nadie debe olvidar que el presidente de la República es el comandante supremo de las fuerzas armadas y que en todo momento en actitudes conciliatorios ha dicho que soldados y marinos medularmente están dedicados a la vigilancia y defensa de la soberanía nacional pero no debe soslayarse que también la sociedad ha aplaudido eso y merece su fortaleza.
Todo lo anterior me hizo recordar la anécdota cardenista, durante el primer periodo sexenal de 1934-1940. Sin negarle los méritos a Plutarco Elías Calles, se le identificaba como el jefe máximo de la Revolución.
El protocolo implica que al término de una gestión e inicio de otra quien concluye debe retirarse discretamente de los escenarios.
Calles no lo entendió y no lo entendió, porque llegó el momento que el presidente que él impuso Don Pascual Ortiz Rubio tenía que ir a buscarlo hasta su casa de Cuernavaca y esperar que el sonorense terminara su mano de dominó para acordar con él cuestiones que competían al ejecutivo Federal y cuerpo de colaboradores.
Fueron y vinieron declaraciones y llegó el momento en que cárdenas tomó la decisión:
Expulsó a Calles de la Nación. Sin embargo al ver los movimientos que hacía Calles, en forma discreta fue removiendo a los jefes de las zonas militares y ubicando a personal que convenía a los intereses de la República.
Desde entonces, así lo supongo, por un ordenamiento que merece todo el respeto y consideraciones, el presidente de la República es el comandante supremo de las Fuerzas Armadas, porque están superadas las época, tan delicadas como las del 22 de febrero de 1913, que Huerta y Corifeos planearon la muerte de Madero en la embajada norteamericana donde se encontraban reunidos Henry Lane Wilson, el arzobispo de México y Victoriano Huerta.
El ejército de nuestros días es respetable y claro está que deben sentarse a la mesa y platicar para que no vayan a surgir amarra navajas. El país necesita marinos y soldados.
La problemática por la que se atraviesa no es cualquier cosa, han caído muchos agentes federales, policías municipales, Políticos y también han caído miembros del ejército y de la armada.
Se comenta en círculos serios, que la contraparte obscura maneja misiles que pueden derribar aviones a miles de pies de altura y aquí es donde se deben hacer unas consideraciones para al menos estar en igualdad y circunstancias, y determinar hasta donde llegan las atribuciones porque la verdad, tampoco elementos militares pueden responder agresiones con rosas o con claveles cuando se usan armas sofisticadas en su contra.