ECO PENINSULAR
• Los rumores del recuerdo.
• Luego la obscuridad melancólica.
• Hace tiempo les arrebataron lo suyo.
• Duarte entre un psicótico y un cínico.
Alfredo González González.
Es la madrugada adelantada de este 8 de julio y por esos caprichos del cerebro recordamos como una película borrosa al Mexicali del año de 1958.
El torrente atropellado de los pensamientos nos lleva por algunas calles donde están ubicados los cines Lux, Curto, Reforma, y el Cali. Con su refrigeración a todo vapor e iniciar la proyección de películas de 11 de la mañana a 11 de la noche.
El mexicalense que está en periodo de descanso penetra las salas desde las primeras funciones para después dormir desde que termina la tercera película y abandonar la sala casi a media noche.
Es un calor insoportable. Todo ha concluido. Sobreviven las etereas figuras de Ramón y Zacarías Márquez Orozco, Juan Silva, Jorge Castillo Salgado, y muchos otros que vieron su amanecer profesional en aquella bendita tierra y recibieron con estoicismo su ocaso entre la farra y el cumplimiento de su deber, desempeñando la más noble de las tareas: Educar para combatir fanatismos e ignorancia.
Les decimos adiós y pasamos por el cine Bujazan y enfrente está la vieja Gloria que es una verdadera gloria en este tiempo, por sus tarros de cerveza Mexicali con el estratosférico valor de un peso mexicano.
Luego la Chinesca, el bar de la Washintong y de ahí caminar hacia la esquina que da hacia el bar Azteca, donde en esta venden unos tacos de tripa de leche que es el pie de ademe por su grasa para aguantar unas cuantas cervezas más.
Regresamos más al norte a cambiar unos dólares por pesos mexicanos y donde menudean los asaltos casi pegados con la línea divisoria con calexico donde se encuentra la aduana de acceso al país vecino.
El calor se me hace más soportable ya en 2017, recordando todos los escenarios, con buenos amigos, que se elevaron a la categoría de hermanos por su proceder por los que recién llegábamos.
Por allá quedaron sepultos Jorge Castillo Cota, Eduardo Galindo Domínguez, J. Trinidad Domínguez Ojeda, todos los que mencioné líneas arriba. Cada uno de ellos tiene una historia que contar, todos ellos independientemente de sus errores, levantaron las paredes del progreso de aquel pueblo batallador, todos ellos, venturosamente maestros.
Todos estos pensamientos me asaltaron hace 3 días y también cuando el jet de aerocalafia despegó del aeropuerto de Mexicali con destino final de La Paz y cada vez que lo recuerdo me digo y les digo: ¡Denme un abrazo, fueron y son mis hermanos!
Y allá como en algunas regiones de este Estado a las etnias se les ha arrebatado lo que es de ellos.
Los últimos descendientes de los cochimies sobreviven en la parte norte de nuestra entidad. Hoy los quiero saludar con su propio vocablo Auka y decirles desde este otro lado que pronto les habrá de llegar lo que produce el brillo del oro. Piénsenlo, son los últimos bastiones que se enfrentan con fuerzas superiores. No dejen que les pase los que a los Pay-pay en las estribaciones de San Felipe B.C que fueron arrejuntados contra el cerro por propios capitalistas mexicanos. Auka.
Finalmente observando la fisionomía del hampón de Javier Duarte, paseado por los 5 continentes por la magia de la electrónica, su optimismo puede responder a una alegría disfrazada o bien a la certeza de una sentencia benigna que esto definitivamente mandaría al traste a las autoridades judiciales mexicanas.
O bien, pudiera ser, que todavía no llega a comprender las dimensiones de sus atracos, tal y como sucede con algunos personajes que se pasean orondamente como si su paso por el cuatrienio anterior por el municipio de La Paz, hubiese sido la máxima elección de la actividad Política honesta y que merece la gratitud de los paceños. Ojo por ojo, diente por diente, golpe por golpe y traición por traición. ¡En el cabresto nos vemos!