ECO PENINSULAR
• Ibarra Montoya: Su inveterada costumbre.
• Culpa a otros de sus resbalones.
• Siendo edil cabeño protegió delincuentes.
• Se acaba el trienio federal y va a buscar acomodo.
Alfredo González González.
El reflejo condicionado de Ernesto Ibarra Montoya, que llegó a una diputación federal por el PRD como el burro que tocó la flauta, hoy presenta síntomas marcados de que al terminar el trienio queda poco que exprimirle a la ubre y va buscando otra actitud acomodaticia.
Hablar de Ernesto Ibarra Montoya es hablar de una demagogia fincada en el engaño y la mentira, sus acciones eran puro aparato y fincaba sus propósitos, inclusive, en el engaño a la que entonces dirigía los destinos del DIF, estatal, señora Covarrubias Villaseñor, engaños encausados a través de material de construcción, despensas, y otras dádivas para hacer creer que era el non plus ultra de los delegados municipales y para ello se valía de delincuentes de la talla de Marcos Sandoval alias el 30/30 con vocación a golpear mujeres y niños y que por ahí todavía está abierto un expediente y de pronto desapareció del panorama sudcaliforniano, después de haber contribuido a que una criatura sufriera un mal golpe.
Tenemos las fotografías, pero por respeto a la madre y al niño no las publicamos. Pero por ahí tenemos un pendientito. Se valió de toda clase de estupideces para lograr un papel supuestamente decoroso y así el PRD se engarzó y de carambola llega a la diputación federal pues su añoranza ha sido la presidencia municipal de Los Cabos. Hoy Ernesto Ibarra Montoya culpa a otros de sus faltas de cálculos de precisión para ahorrar con cordura, decencia. Todavía no nos explicamos el por qué desde hace un par de años no renunció al PRD tal vez sería porque había mucho que exprimir todavía.
En lo anterior, fincamos que su “popularidad” la ganó en el sur del Estado, protegiendo delincuentes, imaginémonos ahora qué iría a hacer si se convierte en presidente de la comuna cabeña. Las cosas En el país y hay que decirlo, no se encuentran de todo bien, pues peor se encontrarán si en los puestos de elección popular van sujetos de mala catadura, de delincuentes con influencia, es más o menos de la talla de un chinito de uñas largas llamada Yuan Yee que ahora quiere ser diputado federal por el PRD.
Abriendo un paréntesis fue uno de los que quedó impunes en la época de Narciso Agúndez pues cuando Marcos llegó a la gubernatura, entregaron expedientes a manos irresponsables que fueron enviados al centro del país he iban tan mal fundamentados que las autoridades responsables no encontraron sujeto para someterlo a proceso. De esa suerte Yuan Yee, Villegas, y otros de baja estofa y peor monta, disfrutan de lo que legítimamente le correspondía al pueblo.
Esta conducta Política obedece a que sujetos como Ernesto Ibarra, llegaron con una mano adelante y otra atrás y lastimosamente mis hermanos cabeños se dejaron apergollar por tipos como este con una historia tan rica en valores humanos. Pero no tuvo mal maestro, Narciso Agúndez lo graduó con honores.
Clásico en el señor Ibarra Montoya de ir buscando sus reubicaciones, con la salvedad de que comete una doble cobardía: La primera traicionar al partido que le dio de comer, aunque fuera un sin vergüenza de 7 suelas y el segundo es correr a los brazos de Morena que quiere pactar con delincuentes y disolver las fuerzas armadas. Le concedemos razón porque en la forma de pensar encaja bien con López Obrador. Tipos como estos enlodan la política, y no separan las mientes en señalar a personas que quiérase o no están trabajando, ya que Arturo de la Rosa le dio una lección cívica de atender los asuntos municipales, mientras que don Ernesto esperaba los envíos de bloques, despensas, para poder tener gente en sus reuniones. En su pecado llevará la penitencia.
Hoy, ya encontró un culpable, hace maletas, y es posible que se dirija hacia el sureste para ir a suplicar una posición que le permita usarla como trampolín para venirse de nueva cuenta a buscar lo que no le corresponde en la parte sur del Estado. Esta es la importancia de llamarse Ernesto. En el cabresto nos vemos.