ECO PENINSULAR
• La noche de los cuchillos largos.
Alfredo González González.
“El crepúsculo del Iscariote”, sería una obra aún no escrita por el arquetipo de la traición, no únicamente contra el grupo partidista, ni a una parte de la sociedad, sino contra toda una nación y a los más sólidos principios de la humanidad.
Hoy vemos una caravana de roedores listos, para hincar los colmillos al gran pastel del apocalipsis en un país que cada seis años, construye fuertes cimientos y pilares para reanimar una nueva vida y querer empezar de nuevo.
Así sucesivamente los esfuerzos fructifican no completamente y se repite la historia de aquel castigo sistemático, contra un sujeto que pudiera representar al criminal que masacró a un águila real y recibe el “premio”, por representar un azote para la verdad y la entronización de la ignominia y el latrocinio.
Ya no hay ecos cívicos ni resonancias con esplendores retóricos de amor por la patria. Los apóstoles se extravían una noche del año 33 y el catecismo del justo se extravió en la noche tenebrosa de la inconciencia.
Solamente un cuerpo se mueve macabramente y el sello que lo distinguen son una bolsa con 30 monedas como una forma de aplicar la verdad en los mercenarios que repetidamente entonan himnos de destrucción y muerte. El apóstol 13 no ceja en un empeño su citado hace 3 décadas. ¿Pero en realidad es el único culpable? Unos y otros se señalan ante el juicio de la gran maestra de la vida.
Unos y otros se proclaman vencedores. Todos son culpables porque todos quieren el botín de los bastardos con el gran engaño de la sonrisa de los infames.
¿Será el dolor la certera crisis de los inocentes si no aceptan los otros un “entre” con el reto con el reto de la dialéctica?
Los que pontifican: Verdugos disfrazados de clérigos de la verdad. Pocas madres de un silencio que viaja y se estrella estrepitosamente en la complicidad con un alcahuetismo crónico, porque es urgente se den cuenta de que se debe combatir la violencia por el juicio crítico, por una verdad impecable, porque ya los pueblos no aguantan medias verdades ni mentiras completas.
¿No hemos confundido el quehacer con pensamientos sanos a la colectividad porque eso sería una de las metas de la política?
¿Hemos desviado el camino? Quienes son más juiciosos, quien en las últimas expresiones del idealismo o el que está desesperado por el banquete de querer escribir una nueva historia, cuando se fabrica una región extranjera bajo cien banderas y se privilegia más el certero para disparar, que el dispuesto a defender una la libertad de cátedra, porque será la única forma de defender un sol, cada vez más siniestro y una noche que no apacenta, si no que empezará a escribir las primeras pesadillas.
Por qué no pensar, en las otras fronteras. En observar las verdes sementeras, en solazarnos con caravanas de niños que son recibidos en miles de escuelas, en cambiarle la mirada lánguida a los campesinos y darle lo suficiente al obrero.
Busquemos el aplauso en los hospitales, donde la madre, parirá la nueva simiente y que los niños nos envenenados con supuestas medicinas, y las parturientas encuentren una esperanza de vida, donde los pacientes ya no sean un número, sino un cúmulo de sentimientos y de valores que hay que tratarlos como tal y que seamos justos en el destino que tenemos que forjarle a los hijos de nuestros hijos.
Ojalá, y lo decimos de todo corazón, la noche del 1 de julio de este año, no sea el espacio para designarla como la de los cuchillos largos. Que así sea.