ECO PENINSULAR
Alfredo González González
Dos anécdotas del Tata de Jiquilpan.
En un libro de los aproximadamente doscientos que me obsequiara Ángel César Mendoza Aràmburo retuve dos relatos. Una de esas narrativas habla de sucesos donde la figura central es el General Lázaro Cárdenas el Rio, el hombre que encarnó a la Revolución Mexicana, gracias al fruto del primer plan sexenal de 1934-1940.
Se cuenta entre sus obras, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la creación de la Escuela Normal Superior, la Reforma Agraria, la Expropiación Petrolera. El respeto por la vocación filosófica del Derecho Internacional sin sujeciones extra-lógicas hacia el exterior.
Cárdenas del Río era un hombre dado a las giras de trabajo para percatarse personalmente si las obras ordenadas se habían cumplido. En cierta ocasión, andaba cubriendo su campaña presidencial en un carrito marca FORD que ya había tenido sus mejores años. Casi a la entrada de un pueblo se ponchó una llanta del vehículo y la refacción no servía. Invitó a caminar a la comitiva para llegar a una comunidad que se cubría a pie en veinte minutos.
Logró localizar a la autoridad municipal para que lo auxiliaran. Después de dar las gracias encaró a la autoridad local y le preguntó que hacía falta en la comunidad. Con una sonrisa burlona, el delegado municipal, le repuso: “Hace falta una maestra y la escuela se está cayendo”. Y agregó: “Así como una placita para que se reúnan las familias”. Se despidió y el delegadose refirió a los asistentes en estos términos: “Eso dicen todos los que vienen, pero son puras promesas”.
Tiempo después, le avisaron al delegado municipal, quien se estaba tomando unas cervezas, que lo buscaba el Presidente, a secas. Y dijo: “A de ser el cabròn del presidente municipal que se viene a llevar los impuestos”. Pasaron todavía quince minutos y refunfuñando fue a ver a la persona que solicitaba su presencia. Dice el autor que la expresión del Delegado Municipal fue la siguiente: “Cuando lo vi me iba a caer de emoción lueguito supe que ya era Presidente de la República. En nada se parecía a Zapata o a Villa, pero en el fondo de sus ojos color verde jade se podía advertir que era un hombre de palabra.
Cárdenas se acercó y le dijo: “Aquí está su maistra, los ingenieros que le van a construir su escuela y si se ofrece otra cosa, hágamelo saber”. Aquel hombre por fin pudo constatar que había personas que hablaban con la verdad, mientras tragaba saliva de emoción, Cuando un ingeniero le pregunto: “¿No cree Usted que en el medio de la plaza debería de haber un busto?, la autoridad municipal le dijo: “Si”, pero arriba de la cabeza de ese busto, debe de estar otro que se parezca a ese trompudo que cumple con su palabra.
Otro de los aspectos fue que durante una gira le tocó pernoctar con la Nación Yaqui. Entre las pláticas con los gobernadores de los hombres del Bacatete les prometió que cada navidad iría a pasarla con ellos. Llegó la navidad del siguiente año y Cárdenas no cumplió. Entonces se reunieron los líderes de los Yaquis y en un Consejo lo encontraron culpable. Nombraron a una comisión para que le fueran a comunicar el veredicto a Palacio Nacional.
Llegaron aquellos hombres y sabiendo Cárdenas de quienes se trataba les franquearon la entrada hasta el salón principal. Al invitarlo a sentarlos, los Yaquis prefirieron permanecer en pie. Cambiaron los saludos de rigor y quien los representaba le dijo: “Nos reunimos en Consejo y te venimos a comunicar el veredicto. Te encontraos culpable de hipócrita y fementido.”
En un gesto de humildad, Cárdenas ofreció disculpas y que de ahí para adelante no volvería a ocurrir.
Después de esta lectura me quedé pensando y me pregunté: ¿Habrá algún Presidente o Gobernador que acuda a la sede oficial para que con estos tanates reclamen procederes inconvenientes?
El pensamiento del día:
EN EL MIRADOR DE GUANAJUATO ESTÀ UN MONUMENTO AL PÌPILA, EN LA BASE SE LEE: “EN MÈXICO DEBE DE HABER UNA REVOLUCIÒN CADA CINCUENTA AÑOS”.