ECO PENINSULAR
Alfredo González González
Recordando al amigo Raúl Olachea.
El alas mochas.
El primer avión que entró a la ciudad de La Paz.
Este jueves, recordamos a nuestro amigo Raúl Olachea Lucero. Cotidianamente, nos encontrábamos en el café situado en la calle Bravo y entre sorbos de café y buen tabaco, recordamos muchas cosas. Un día me dijo: “mira Alfredo, tú que escribes de diferentes temas, te voy a platicar una situación que muchos desconocen. Es una historia que pudo haber terminado en tragedia, pero tuvo un final feliz.
Raúl parecía transportase por los rumbos de Miraflores y esto fue lo que me contó: “una noche llena de truenos y lluvia abundante, una mujer buscaba guarecerse del arroyo grande en las proximidades del pueblo.
Observó que la corriente venía arrasando, piedras y troncos. En la horqueta de un viejo mezquite, depositó a su recién nacido. A ella la arrastró la corriente y seguramente sus restos están bajo toneladas de arena. Al día siguiente, un par de damas ya entradas en años, fueron a recorrer para reconocer los daños que había ocasionado el temporal. Caminaron por el arroyo cuando escucharon el llanto de un niño. Había amainado el agua cundo se trozó la rama y el niño cayó en una pequeña ladera, el niño se le habría de ganar el mote de “el alas mochas”. Las hermanas Fiol lo criaron, y le enseñaron las labores del rancho: a errar el ganado, a montar, a lazar, y el manejo de las armas como las pistolas y el rifle 3006.
Permaneció con ellas mucho tiempo. Aquel par de mujeres venerables lo había hecho un hombre que respondió con lealtad. Ahuyentó de las estribaciones del rancho a los abigeos.
Llegó el momento en que cada una en su tiempo, murió y el alas mochas se encargó se cerrar sus ojos. Durante las noches, recordaba de como Dios lo salvó de las embestidas de la tormenta y de la ternura de su madre que lo puso a salvo y después las señoras Fiol.
En otro de los datos que registramos fue el que nos comentó el Che Avente, Paraguayo de nacimiento, nacionalizado y querido por los sudcalifornianos.
Nos encontrábamos en su domicilio en las calles Félix Ortega y Manuel Encinas, cuando sucedió la conversación y entre sorbo y sorbo de café, nos platicó de una apuesta que otro aviador había hecho. El aviador, “piojo “Quiroz haría un vuelo en un monomotor, cubriendo la ruta, México-La Paz, con escala en Culiacán para recargar combustible.
El aviador en cuestión no reparó en que ese día tendría los vientos en contra, lo que el cálculo del combustible, tuvo que haber sido mayor. De tal suerte, que a la altura de la Isla San José, se le agotó el combustible y se vio precisado a planear. Aterrizó sin mayor novedad, salvo que la máquina cayó en un vaso salinero que rompió una de las llantas delanteras del aparato.
En tanto, la población de aquel entonces, esperaban el aterrizaje que se encontraba en lo que hoy es la calle México entre Nicolás Bravo e Ignacio Allende. Todo era alegría y jolgorio. Al mismo tiempo un pangòn salía del muelle fiscal para ir a rescatar el avión. Así, el primer avión que entró a La Paz, lo hizo por vía marítima.
Raúl Olachea fue un venadero de corazón. Daba santo y seña de donde habían aparecido las primeras huellas al abrirse la temporada de caza. Una anécdota que me causó mucha gracia, fue la que relató de los bailes realizados en la escuela 48(Torres Quintero).
Era tal la asistencia de damas y caballeros que aquello era un apretujadero y una vez alguien gritó desde afuera: ¡la que se tiró un pedo se le anda quemando el vestido por atrás! .En ese momento Raúl soltó la carcajada porque todas las damas se andaban dando de nalgadas unas a otras.
Nos despedíamos, con el tradicional, “si Dios quiere”.
El pensamiento de este jueves:
“El café se hace más sabroso, cuando no se habla de política ni de religión. “