ECO PENINSULAR
Alfredo González González
Dos cuentos, dos mensajes.
La perseverancia de Carlos Mendoza Davis ante la CFE
Donde el viejo caballo, mata al potrillo.
Agradables comentarios en Face.
Desde muy niño, leí dos cuentos que dejaron huella por el mensaje de la gratitud y la ingratitud.
El primero de ellos es el referente a una mansión construida en el Desierto de Arabia. Un personaje se desvivía por servir al monarca, quien al paso de los años perdió toda su fortuna y poder y vivía en pobreza extrema.
El personaje que servía al monarca, se las arregló y empezó con un pequeño comercio hasta reunir con el tiempo, una inmensa fortuna. Fortaleció económicamente a quien respetaba todavía y tiempo después, abandonó palacio. Una noche, se oían los lamentos de un pordiosero que daba golpes desesperados en la puerta central. El rey fue informado de que se trataba de una persona que deseaba que le dieran posada y un plato de sopa caliente. Parecería que esa noche se habían desatado los elementos.
Aquel soberano, que había recobrado su esplendor en el lugar de ser magnánimo y caritativo, ordenó: ¡ que muera de frio o échenselo a los perros¡.
Al día siguiente, por curiosidad supervisó la puerta central, se encuentró con un cuerpo yerto y contraído del intenso frio que había padecido. En ese momento llegó a sentir unos espantosos calosfríos al grado que pidió que llevaran a arroparse, pero aquella gelidez, no cedía. Dispusose a que quemaran los muebles, hechos de maderas preciosas, pero ni así sintió el calor. Se comenta que dispuso antes de morir que su cuerpo fuera sepultado donde la tierra es más calcinada para que así hubiera una temperatura normal. La conseja oral dice: que una nubecita apareció y se posaba entre el reflejo solar y la sepultura del soberbio que había olvidado lo que era la gratitud.
El otro cuento, también trata de un rey, que vivía feliz pensando que gobernaba a un pueblo tranquilo, de acuerdo con la información que recibía de sus asesores.
Sin embargo, no era así. Habló con el más anciano de todos a quien poco se le tomaba en cuenta, y estas son las palabras que le dijo: vístete de andrajos, llénate el rostro de tizne, ponte unos zapatos viejos y vete una noche subrepticiamente y métete en los puestos de comida, en las tabernas, en las casuchas viejas, en las callejuelas oscuras, y es posible, que ahí encuentres la verdad.
La respuesta a las interrogantes fueron más o menos del mismo tenor: es un cabrón, violan los soldados a nuestras mujeres, suben el costo de la leña y el carbón, etc. Al retornar a palacio aquel supuesto mendigo, mandó llamar a sus asesores, los envió a la horca y nombró Consejero Real a aquel anciano, por eso es que decimos que caballo viejo, mata potrillo.
En el caso de la CFE, fructificó la tozudez institucional de Mendoza Davis y de la reunión sostenido con el director general, están por llegar en un tiempo mediato, algunos generadores de energía, en tanto no se le dé la solución definitiva.
Por otro lado, de las bondades del Face, me hizo aprender del caso de un pordiosero que se encontraba en las afueras de una iglesia suntuosa. Se le acercó un hombre joven, con una túnica de lino y le preguntó: ¿por qué lloras? Y le respondió: es que no me dejan entrar. Aquel hombre de ojos de color azul intenso, le dijo; no te preocupes, a mi, hace mucho tiempo que me prohíben la entrada.
Lo anterior deviene de unos datos en Face, del ingeniero Alfredo González González junior, quien escribió que no necesitaba ir a la iglesia para platicar con Dios, porque éste se encontraba en todas partes, dentro de nosotros, etc. No convoco a que no se vaya al templo, pero Dios está en todas partes.
Esta idea me hizo evocar el último evangelio de Jesús que lo puso a cubierto para salvaguardarlo. Dicho evangelio expresaba que busquemos a Jesús en las rocas, en las sierras, en el mar, en la zarza y dentro de ti mismo, ahí siempre está. No necesito de palacios, siempre estamos junto a ti. Inclusive algunos analistas, han expresado que no ha sido aceptado dicho evangelio por el Vaticano.
Cápsulas históricas:
Cuando la guerra de 1847, penetraron los güeros, de este lado de la frontera, un oficial norteamericano, le ordenó con voz de trueno al General Anaya: entréguenme el parque.
Nuestro compatriota le contestó: Si nosotros tuviéramos parque, ustedes no estuvieran aquí.