ECO PENINSULAR
Alfredo González González
Uno de los mejores jueces terrenales
En B.C.S. gozaba de probo el Lic. Garmendia Villafaña.
Sobre algunos practicantes de leyes sin titularse.
Los famosos jueces de barrio.
La historia bíblica, relata la existencia de un hombre sabio y justiciero, llamado Salomón, líder de los hebreos, famoso por los versículos del libro sagrado y por la equidad en la aplicación de la justicia pronta y expedita. Cotidianamente, asistían partes en pugna para dirimir sus asuntos y obedecer las decisiones de un hombre sabio.
En una ocasión, dos mujeres se disputaban la maternidad de un niño de escasos días de nacido. ¿Quién es la madre?, ambas lo asumían como propio. ¡Yo!, respondieron al unísono. El juez en cuestión les explicó que era un caso que solamente podía resolverse dividiendo a dos al niño para entregarle la mitad a cada uno. Envió por un alfanje para hacer un corte equitativo. Todavía les preguntó: ¿están de acuerdo?, una de las mujeres de mirada extraña, casi gritó ¡siii!, pártelo en dos, es lo justo.
La otra soltó el llanto y arrodillada ante Salomón, le dijo: mejor dáselo a ella.
Entonces, Salomón hizo justicia y ordenó que el niño fuera entregado a la mujer que prefería entregarlo antes de verlo morir. El juicio salomónico, se había cumplido.
Hablando de jueces, en nuestras latitudes hubo un juez de Distrito, Don Emilio Garmendia Villafaña. Le conocía instancias de mi compadre, Félix Alberto Ortega Romero y semana tras semana, iba a su domicilio por una serie de artículos que aparecían los sábados que eran el contenido de un libro titulado, La Navidad entre los pueblos cristianos.
Me entretenía con el anciano, buen tiempo platicando y me decía que la época navideña en las grutas del cerro de la “calavera”, deberían de instalar nacimientos, de paso vamos a decir que fue quien apoyo a los ciudadanos cuando se ampararon contra el régimen territorial que imperaba en 1965.
En otra expresión de jueces, adentrado el siglo XX, existían los llamados “Jueces de barrio” que eran seleccionados por los vecinos asentados en toda una manzana, lo que indicaba, que se trataba de la persona de mayor respetabilidad, de tal suerte que el veredicto era respetado, desde luego, con el aval de la autoridad correspondiente en el que descansaba una parte de la responsabilidad. Se comenta que uno de esos jueces de barrio, antes de convertirse en el correo del General Félix Ortega Aguilar se había desempeñado como juez de barrio, está sepulto en la comunidad de San Pedro, municipio de La Paz.
En épocas más cercanas, había un señor de nombre Pedro Contreras, quien era un buen practicante de las leyes y había cobrado celebridad entre los paceños.
Como en todas estas cosas, no faltó quien sacara la broma, diciendo que había llegado un ciudadano a solicitar de sus buenos oficios y después de escucharlo, don Pedro, le decía: mira, este artículo te salva… y acto seguido, le volvía a decir Don Pedro, ¿oye no traes 150 pesos que me prestes?.La respuesta era, no Don Pedrito, no traigo pero dentro de tres días, le prometo que aquí los tiene. Dicen las mañas lenguas, que el Sr. Contreras llamaba al desesperado cliente, quien le decía y abría el libro de la constitución: mira este artículo te salva y dándole tres vueltas a la página del código correspondiente, le decía: pero este otro, te chinga. A los veinte minutos, Pedro tenía 150 pesos en la bolsa.
La anécdota (google):
Solía una persona, penetrar en una iglesia donde comentaban diversas cosas con un amigo. Uno de tanos días, aconteció lo mismo, penetra a la iglesia y al rato se escuchan ruidos, golpes y gritos poco comunes en un templo. Sale el amigo con la camisa desabotonada, el cabello revuelto, un ojo morado. El otro amigo le pregunta: ¿Qué te pasó?, la respuesta fue: mira, todo estaba tranquilo, y un acólito le empezó a tirar al diablo, que eran un hijo de la tal, que incitaba al pecado, y que desde que fue arrojado al infierno se convirtió en enemigo jurado de Dios. Bueno, pero eso que tiene que ver con el estado en que te dejaron. Es que me dio mucho coraje y yo queriendo unirme a los calificativos contra Satán, me puse ambas manos como si fuera un magnavoz y grité: ¡tingue a su madre el Diablo!.
El interlocutor le dijo: Hermano, ¿no te han comentado, no te han dicho, no te has dado cuenta que el chamuco se mete a todas partes?.