ECO PENINSULAR
• La llegada del Mesías.• Las intrigas en el sanedrín. • Su sacrificio.
Alfredo González González.
Dos siluetas iluminadas por lámparas de aceite del sanedrín hablaban en voz baja, refiriéndose a lo que era un rumor generalizado: La llegada del Mesías. – Te digo que vendrá- – Es el por años esperado.
Empezó la intranquilidad entre los sacerdotes del templo, cuyo líder era Caifás. Cuidaban todo aquello relacionado con Abraham, Moisés, Isaac y todo aquello escritos o pergaminos que habían heredado la doctrina de Jesús así como los evangelios. El problema de los sacerdotes del templo, es que todos cumplieran con las leyes de Moisés y de Abraham, así como el génesis hasta el apocalipsis.
Jesús había iniciado su catecismo, fundado en la humildad, la fraternidad, el obsequiar lo poco que tenía, pero también expresaba lo que sostenía la justicia divina. Pero los doctores de la ley, mantenían una exigencia de lo cual ello no lo practicaban. Esto fue lo que inquietó, porque llegó el momento que con látigo con mano echó fuera a los mercaderes del templo, derrumbó las jaulas donde había aves para los sacrificios y derramó sobre el piso las monedas que ahí vendían los mercaderes exclamando: Esta es casa de oración de mi padre.
Esta acción sobresaltó a los manipuladores de un pueblo sojuzgado por los propios y la soldadesca de Roma, cuyo representante era Poncio Pilatos.
En las bodas de Canaán convirtió el agua en vino, lo que estremeció a la comunidad fue la resurrección de Lázaro, lo que trascendió a que aquel hombre sublime empezó a aglutinar a cientos de seguidores. Solamente uno del equipo, pensó en capitalizar los milagros del redentor.
Judas era una persona calculadora, pero necesaria y que encajaba en la profecía. Aspiraba a que el nazareno encabezara una Revolución esperando ocupar un lugar importante, por decirlo de alguna manera, en una nueva forma de gobernar a su nación.
Tres años antes inició su catecismo bajó las premisas antes dichas. Juan el Bautista, ligado a él por la profecía y porque los unía el parentesco de primos hermanos, se encontraba bautizando a quienes creían en que llegaría una época de ver y sentir los principios de un hombre que había llegado y que era el enviado de Dios. Todo esto tenía escenario el Río Jordán. Un día observaron descender sobre una ladera una figura alta, resplandecía un aura en la parte posterior de su cabeza y el movimiento de sus brazos precisaban que se trataba de un ser con determinación y firmeza.
Como decíamos el hombre que así mismo se llamaba la voz que pregona en el desierto se encontraba bautizando y al levantar los ojos vio los del visitante e impresionaba su vista de un azul intenso y Juan pensó: Ya está aquí el Mesías. Una voz dulce le dijo: Bautízame. Juan dijo: ¿Por qué yo? En tanto aquel hombre se arrodilló humildemente y el agua del Jordán roció su cabeza. En ese momento se obraba el milagro del Espíritu Santo.
Después de 3 años, o sea a los 33, había hecho milagros cuando se le preguntó por los llamados doctores de la Ley si en verdad era el Mesías, el hijo de Dios, la respuesta fue inmediata: “Tú lo has dicho, soy el hijo de Dios”. Eso bastó para que lo acusaran de blasfemia.
La ironía bíblica establece que entró a la tierra santa el llamado domingo de Ramos, entre alegrías y batimiento de palmas. Esto acabó de sobresaltar a los parásitos del Sanedrín.
Acusado de blasfemia fundamentaron la acusación y fue presentado ante la autoridad, esto es ante el cónsul Poncio Pilato. El personaje citado no encontró culpa alguna y cedió su autoridad a los sacerdotes diciendo: No encuentro a este hombre culpable.
Siendo judío corresponde a ustedes hacer justicia. Gritos enardecidos se escucharon: ¡Crucifícalo!
Así se cometió la más grande de las injusticias que ha avergonzado a la humanidad. Su final fue en el Gólgota, que quiere decir calavera, ahí fue crucificado con Dimas y Gestas.
Judas recibió 30 monedas de plata para traicionarlo, y el viernes posterior al domingo de ramos se cumple la profecía, después del viacrucis violento y sin misericordia y deja este mundo cuando Cronos marcaba las 3 de la tarde.
Pero su sacrificio no fue en vano y la luz de su santidad se sigue reflejando desde aquél cerro en tanto un hombre cuelga de las ramas de un árbol señalándonos el precio de la traición.
La numerología estuvo muy ligada su vida con el número “3”. A los 12 años asombró a los doctores de la ley porque hablaba en el templo de la casa de su padre. Si sumamos los dígitos 1+2=3. Es a los 30 años cuando inicia su misión. Así hubo otros aspectos que nos dan el mismo número, su inmolación fue a los 30 años, la traición costó 30 monedas de plata, fueron 3 los crucificados, el apóstol Pedro lo negó 3 veces, antes de que cantara el gallo tal como se lo había advertido su maestro, resucita al 3er día, forma parte de la santísima trinidad, el viacrucis señala 3 caídas, fueron 12 los Apóstoles que sumando los dígitos nos vuelve a dar 3.
Los personajes que inicialmente comentamos quedaron avergonzados, la moneda que decía César Augusto hijo de Dios (era el año 33), indicaba que uno de los interlocutores, creía en el César. El otro sacó un siclo de plata donde aparecían 3 lirios y en la otra cara se leía: “Él crecerá como un lirio y será como un rocío para Israel”.
El número 3, pues, lo liga porque esto incorpora a la sagrada familia, José, María y el propio Jesús.
Gloria a Dios en las alturas
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo,
Y paz en la tierra
A los hombres de buena voluntad.