ECO PENINSULAR
• Fundación de la Bahía de la Santa Cruz. • Los análisis de Jordán Juárez en el libro “El Otro México”. • El debate de altura es enseñanza-aprendizaje para todos.
Alfredo González González.
El pasado día 3 de mayo conmemoró el CDLXXXV aniversario de la fundación de La Paz, que originalmente fue llamada de la Santa Cruz y años después por la tranquilidad de su hermosa bahía el navegante Sebastián Vizcaíno, la rebautizó con el nombre que actualmente lucimos con orgullo, La Paz.
Tomó nota le escribano de su libertad y anotó que Cortés declaraba como posesión de España la nueva tierra descubierta. Luego empezó a dar golpes con su espada a unas plantas llamadas torotes.
Dice Fernando Jordán en su obra, “El Otro México” que Cortés hizo un gesto de indiferencia al observar los cerros color sangre reseca. Daba la impresión de que esta tierra “Larga y lejana” poseía una especie de fetiche que la protegía y que ejercía un magnetismo con aquellos que se quedarían pare siempre. Cortés no estuvo mucho tiempo en estas latitudes. No había doncellas hermosas que ofrecerle, ni las viandas como el pescado fresco que se le era entregado en el palacio de Moctezuma en un empaque de barro y llevado a su mesa por cientos de aztecas que a través de un relevo lo hacían llegar a Tenochtitlan. Miraba los cactus amenazantes, choyales y sentía un sol incandescente que le calentaba el cuerpo por la armadura que portaba.
Este 3 de mayo se cumplieron 485 de fundada nuestra hermosa y señorial ciudad de La Paz. Que si al principio bien dijimos que se llamaba Bahía de la Santa Cruz por la efeméride, posteriormente le dieron el nombre que hoy luce.
Jordán Juárez amó entrañablemente a esta tierra y en 1957 gana los juegos florales con el poema “Calafia”. En un lugar que se llama San Juan de la Costa había comprado un predio al “Che” Abente y cerca de la casa modesta, había una especie de pequeño museo donde guardaba material de pesca, machetes, jícaras, libros. Era de un material de la región. En una ocasión estuvimos con Don Guillermo Almaraz y nos dijo que un viernes se despidió de él y le dijo: Guillermo ahí te encargo. Nos vemos el lunes. Pero mire profe, todavía no ha regresado. Entre ese viernes y el lunes, Fernando se había “suicidado”. ¿Ve esos datilares que están ahí? Él los sembró. Después tomé posesión y seguí pagando predial y otras contribuciones que con el tiempo la Reforma Agraria falló a mi favor.
En muchas ocasiones me dijo Don Guillermo, que a unos cuantos metros de donde él vivía visitaba a Fernando quien con un pañuelo colorado amarrado a la cabeza como si fuera un tarahumara se sentaba en cuclillas y degustaba de generosos sorbos de aguardiente y desde luego el disfrutada del brindis, es un hombre sencillo y cordial.
Lo atraía esta tierra. En una ocasión en una balsa atravesó el golfo de California, le acompañaba una muñeca, llamada Penélope. Y creo, si es que no estoy equivocado que la dedicatoria del otro México dice a Penélope, personaje de la mitología griega y esposa de Ulises, que era requerida de amores por diversos varones y ella les contestaba que cuando terminara el velo de novia seleccionaría esposo. Durante el día bordaba el velo y por las noches deshacía la labor, suponemos que era para darle tiempo a su compañero de que retornara de sus aventuras.
En cuanto a los aniversarios de la fundación de la Paz, en el año de 1957 o 1958 se hizo la representación de desembarco de Cortés en el caimancito. El Guaycura lo representaba Raúl Carlón Olachea, de todos conocidos como el “Jaibo”, que portaba el traje regional flor de pitahaya para entregárselo al candidato a la presidencia de la República. El resto lo platicaremos en una próxima edición, está interesante el desenlace.