- Winchester 73.
Alfredo González González.
Declinaba el sol y se preguntaba: ¿Cuántas veces desde que tuve uso de razón me había embelesado con el atardecer de furiosas tonalidades? Desde el rosa mexicano, el azul turquesa, el rojo encendido y el mar que reflejaba todas esas tonalidades. Es como el Ángelus la oración de la tarde que va marcando el final del día.
-¡Epa! Exclamó Halcón
-cabrón me asustaste
-es que estás como “ido”
-Si, dijo Winchester. Ver esto es como morir dulcemente, aunque la vida no te haya colmado.
-¿Qué te pasa?
Nada Halcón. Me envuelvo en cada atardecer, recuerdo aquel poema titulado “Los motivos del lobo”.
¿Ese que dice que en el hombre hay mala levadura?, ¡ajá! Contestó el 73 y agregó, pero también hay bondad, hay más buenas. La naturaleza es sabia, fíjate en cada ola que viene a morir suavemente a nuestras playas, vienen desde lejos. Te alertan los recuerdos que han endulzado tu mente.
El amor callado, el ideal que se marchó y no alcanzaste a decírselo y aquellas sábanas que no alcanzaron a ponerse tibias. ¡Ándale! Remató Winchester. En tanto emitía un suspiro largo como un mensaje de dulces nostalgias y caricias inconclusas. Sí, es el sentimiento que no pudo continuar Felipe Carrillo Puerto con alma Reed. Su eterna peregrina, o la tragedia de Romeo y Julieta que no lograron su amor por el pleito de Mostescos y Capuletos. Y aquel suceso en esta ciudad de una hermosa porteña llamada Amor Guerrero que no logró el ideal del matrimonio con un paceño, tomando el camino del suicidio.
-ya párale cabrón le gritó Halcón
-son los pensamientos, y ni modo.
¡No señor! Hay que prepararse para seguir el camino. Ya estamos viejos Halcón, pero tú mismo has dicho lo interrumpió el del mote alado. Tú has dicho que viejos son los cerros y reverdecen y además echan palos. Winchester dijo: Si Dios nos ha dejado tanto tiempo, es que hay algunas cosas que tenemos que realizar. No te venzas. Tu mirada no está opaca y tu pulso tiene la firmeza de hace 30 años… ¡Mira! Le dijo Halcón, lanzando un hacha guerrera y partiendo a la mitad un cuervo por antes del graznido de la mala aventura. En fracciones de segundo, Winchester hincó la rodilla izquierda y tomando una posición de 45 grados soltó un fogonazo con el Winchester 73 descabezando un buitre que señalaba la antesala de la muerte de los luchadores.
Lo espiritual se había apoderado de ellos. Hay que correr a la chingada a quienes quieren las minas a cielo abierto. A los depredadores de las especies marinas, a los clanes sureños hay que colgarlos de las nalgas, a los delincuentes que andan sueltos hay que entregarlos al juicio popular y de la historia, hay que platicar con el bronco, con Clouthier que ya son las primeras clarinadas y allá, en el horizonte se observan los plebiscitos, forma en que nombraban a sus senadores los romanos republicanos, así lo impone la ley del movimiento continuo.
Ágilmente se pusieron de pie. Atizaron una fogata con ocotes, con cuyo humo se frotaban las manos y las deslizaban por el rostro y el resto del cuerpo. El cielo se llenó de luces y las onomatopeyas de grillos, chacuacas y el rugir del puma en la meseta, serían los arrullos para que el nuevo amanecer fuera de fe y de esperanzas.
Cuando los dominó el sueño una gigantesca águila batía suavemente sus alas sobre aquellos extraños personajes.