- Héctor Palacios: Rumbo al Eterno Oriente.
- Hombre de convicciones y reciedumbre.
Alfredo González González.
Entre julio y agosto de 1970 en una modesta casa del maestro Juan Pedrín Castillo a la entrada de San José del Cabo por el viejo camino, nos reunimos un grupo de personas, le arreábamos a lo que la historia regional conoce como Loreto 70. Por San José, presentes Héctor y Gil Palacios Avilés, León Cota Collins, Valero Canseco Reza, Chavalo González Ceseña, Bruno Castro Cota, Juan Pedrín, el anfitrión y otros más que representaban corrientes de opinión entre los jofesinos. Por La Paz del consejo editorial del Eco de California, Félix Ortega Romero, César Castro Peña, Alejandro D. Martínez Francisco Javier Carballo Lucero y un servidor entre otros.
Sin protocolos, los josefinos abrazaron la causa y quedamos de encontrarnos en Loreto en octubre del mismo año el día 11. Luego, se identifica Héctor Palacios Avilés como el líder que mucho empujaría. Hacía más de 40 años que el centralismo había decido cercenar la vida municipal olvidando que el municipio libre y autosuficiente es la célula fundamental de todo el sistema Político mexicano.
Casi una década después Héctor Palacios le regresa la dignidad Política a su pueblo, convirtiéndose en el primer presidente municipal de la nueva guardia, ya que Don Rodrigo Montaño había sido el último, 40 años atrás.
Héctor poseía un rostro de dureza pero cuando sonreía daba la mano hasta la empuñadora. Lo viví, nadie me lo platicó, siguió la línea de Carlos Alberto Madrazo que le impuso a su Política partidista, la cual cuando siguió Roberto Madrazo, lo decepcionó y prefirió pasar ver los acontecimientos sumido en la reflexión.
Decía Héctor que para conocer los problemas no había que esperar alteraciones sociales, así, sábados y domingos los dedicada a realizar giras a comunidades lejanas a la cabecera municipal y en donde le caía la noche bajaba el catre del camioncito y el bastimento el cual compartía sentado alrededor de la fogata con los vecinos que le platicaban sus necesidades.
Gustaba de exponer en las paredes interiores de la actual sede municipal un especie de periódico gigantesco complementado con maquetas que señalaban los logros y también los que faltaban por alcanzarse. Le dio el toque de originalidad y eficiencia a su trienio. Después todos los sabemos, llegó la debacle donde algunas gentes avasallaron el sueño de Palacios Avilés.
Héctor: En donde quiera que te encuentres sabes bien que siempre estuviste en mi pensamiento. Hace 4 años tuvimos una plática-entrevista en tu domicilio aquí en La Paz. Te miré cansado. Con el pretexto que ese día era noche buena cambiamos impresiones en esa visita rápida.
Tu huella quedó bien plantada. Conocí a tu pueblo y a muchas de tus buenas gentes. Evoqué aquellas tardes como estudiantes normalistas frente a la casa de tus padres al amparo de la sempiterna enebra donde parecía que el tiempo no iba a transcurrir. Que lejos estabas de la estridencia del cinismo, la rapiña y los desvíos de poder. Te quiero bien, mi querido cascarrabias lo mismo que a todos tus seres queridos. ¡Anda, ve con Dios!
Cuando el sol transponga sus últimos resplandores tú ya estarás en el eterno oriente, ese lugar que llaman los tibetanos de la luz dorada y tus restos descansaran en la tierra que tanto amaste.