- Se despide entregando obras.
- Salvador Salgado fue el cambio en el trato.
- Carlos Mendoza: Recobrando el aliento.
- Dirigentes, sectores y organizaciones: Una explicación a los priistas.
Alfredo González González.
A poco más de 30 días de cumplir su compromiso que duró 18 meses menos que los sexenios, Covarrubias Villaseñor va dejando un cierre aceptable y si volteamos la mirada a un par de periodos anteriores grises y marrulleros, sobre sale la obra de Marcos y equipo de trabajo que lo hizo con lealtad. Independientemente de su sentido humanista que aplicó en el mundo social nos consta, lo vivimos, va quedando pues al juicio de la historia Política de nuestra entidad, que frente a los ojos no se batallará mucho para determinar el saldo desde ahora a su favor. De la señora María Helena de Covarrubias en días anteriores dimos nuestros puntos de vista y está a la altura de las circunstancias. Quien estuvo en la sintonía del gobernante fue Salvador Salgado Gutiérrez, encargado de la imagen del gobernante. Desde el inicio de su responsabilidad, no hubo diferencias entre colores y siglas sino la atención a seres humanos que nos dedicamos a una noble actividad, cuando nobles son sus propósitos. Salvador es una persona siempre con la disposición de escuchar y saber darle salida a los planteamientos congruentes. Por ello pensamos que la proa de su destino Político inmediato lo enfila hacia puerto seguro. En el gremio periodístico, a su llegada, inmediatamente se sintió el golpe de timón de 360 grados. Sin querer ofender la memoria de nadie, su antecesor cometió el pecado capital de la exclusión olvidando que en Política se suma y no se resta. Su jefe creyó en él. Lamentable, ambos tuvieron un final desagradable y en el caso de responsable de difusión en la época referida tuvo un desenlace sangriento.
En tanto Carlos Mendoza y familia recobran el aliento para prepararse para la gran empresa. El sucesor de Marcos estará ante el mayor reto de su existencia. Se hacen votos porque salga airoso. No le apostamos a que le vaya mal. Nada se ganaría con ello, más que no fuera la zozobra con que se esperan los principios de 2016 que habla sobre una economía deteriorada en todo el país, pero si conservamos la conducta de civilidad, de unidad, de trabajo, Baja California Sur podrá salir airosa. Que sea para bien y mucha satisfacciones.
Diversas opiniones hemos recibido, ya en otro tenor, de la vital importancia que tiene la autocrítica que pueda hacer no en hoteles ni en centros lujosos, los dirigentes del PRI, de los sectores y organizaciones, que puedan justificar la espantosa derrota propinada por los azules. Desde un principio comenté que en este país, las impugnaciones o son un mero rito o un mea culpa disfrazada. Si se equivocaron de estrategias o se aceptaron lo que ha venido apuntando Víctor Octavio García y Pedro Mazón, en este último caso y también en el caso de Víctor Octavio, hubo una manera poco ortodoxa de conducir una elección. No se puede culpar al adversario, en todo caso y esto es lo que lastima más, los responsable de la derrota son los de casa.
Hay una juventud o la hubo al menos, que está o estuvo interesada en las cuestiones tricolores, pero no se les dio oportunidad. Vimos los mismos rostros contraídos y lo que es peor la estúpida arrogancia del despecho de la dama y el “caballero”. Nos da la impresión que piensan que el tricolor es una franquicia o una moneda de cambio de los lamehuevos de allá arriba, que tomaron a la entidad para ser los trueques y eso no se vale, porque olvidaron que ya hay reelección en los diversos puestos de elección popular.
En estas condiciones aquellos los que quieran seguir contando con el voto los que los llevó a las representaciones populares, seguramente se esforzarán por hacer un buen papel porque ello podría refrendar la confianza en ellos.
Las mea culpas posteriores se estrellan con los números que son fríos y la sola presencia de pandilleros partidistas, ofenden la voluntad de 80 mil sufragantes.
Muchos se preguntarán a que se debe mi actitud. En 1961 me afilié en el PRI municipal de Mexicali, abracé a la causa y respeté el modo de pensar de los demás pero la decepción más grande que tuve si ustedes quieren no fue la derrota sino quien le antecedió a Nacho Monroy se dio el lujo de tener más de 60 asesores mientras que los trabajadores pasaban hambres. Afloró la tercera nómina y un servidor tuvo un ataque de decepción, de coraje al observar tanta tontería donde parece ser que se sobrepusieron más los intereses de grupo sobre la actividad de una Política ponderada.