Alfredo González González.
DEBE ESTAR BIEN ENCABRONADO mi comandante Tenorio por que cerré la comunicación ¡me vale madre¡ Este pinche comandante es como los generales Hechos con pólvora mojada, yo por eso siempre quise ser coronel, esos son chingones inteligentes los “Generalitos “ mandan desde su escritorio como los señalaba Erich Remarque en su obra “sin novedad en el frente. ¡Madre ¡ Voy a descasar de tantas presiones. En tanto palmoteaba un pargo mulato que había capturado en las estribaciones de San Dionisio muy cerca de la ciudad Sagrada donde la gente siempre hacia malos comentarios por la forma de conducirse en un pequeño Cacique y que de gobernante se había metido a ”Joker” para montar una fina yegua, bautizada por la filosofía popular como “ la Prediales “ quien sabe por qué. En la mochila cargo con unos pomos de Don Julio y el “contacto” en la colonia Zaragoza le había hecho llegar 25 cartuchos para el Winchester 73.
En rumbo hacia la media falda de giganta, y hasta donde pudo llegar con el destartalado Jeep, lo cubrió con el camuflaje de la flora silvestre y volvió al cubil con lentitud y saboreando sorbo a sorbo unas puñaladas de Don Julio, hizo fogata y aquel espécimen que hacía días se desplazaba por el mar de california con suavidad iba siendo destazado. ¡Ah¡ Que darían los que roban amparados en el poder, o que secuestran bajo las mismas banderas, estar en contacto con la naturaleza. Se recostó después de los banquetes y los vericuetos del pensamiento lo llevaron hasta un rancho llamado “la junta de los arroyos “a unos 50 kilómetros al suroeste de la Paz.
Los miro claritos. La Figura central era su tata Valente quien ido a una vista de cortesía con Tío “Guillo” y pasar la noche en la malillada, entre chascarrillos y conversaciones, mientras el palo de fierro y uñas de gato se consumían, mientras las carcajadas de Don Valente hacían coro con las de Tío Guillo por el “capote “ propinado por la pareja formada por el chaparrito Manuel Sánchez González y Arcelia, Amalia, Antonia la Chachita y pudieron hacerlo Roberto y Luis, ya fallecidos, ah y Raúl que venturosamente aún vive.
Los asistentes en la vieja ramada de Tío Guillo, sabían que el viejo ranchero contaría algo que les dejaría escuela y experiencias, empezó el relato sin alterarse ninguno de sus músculos faciales:
Paso hace mucho tiempo, cuatro criminales habían asolado la región. Se contaba que las autoridades (ayer como hoy) dijo molesto, porque no le había atendido las quejas que por abigeato habían presentado eran cómplices, no solamente de esos delitos sino de otros más. Yo molesto dije a una autoridad de la Paz: mire licenciado: por lo visto estamos indefensos pero no estamos dispuestos a perder ninguna de nuestras pocas reses que tenemos, nosotros como ustedes sabemos a quienes me refiero.
-Que insinúa don Valente? Clamo el burro con leyes
-Nada que no sea defendernos con las uñas.
-Ah ¿contra el supremo gobierno?
-¡No señor mejor dicho a favor de la justicia
Le pego un arrion al cigarro Argentino cambio de nalga pidió un sorbo de tequila de barril del que vendía el Billy de la Peña.
Y concluyo con la frase que le espetó al leguleyo: bueno licenciado: en el cabresto nos vemos dicen los viejos, agrego poniendo una carita de ingenuo que nadie le creyó que en un templete aparecieron cuatro ahorcados con un letrero en el pecho que decía: rapiñero, lamido, abigeo y uno más que era del juez ¡CORRUPTO! curiosamente entre los dientes aparecían cuatro cartuchos sin percutir era como una firma o algo así. Cuando le pregunte al tata de que calibre eran respondió: de WHINCHESTER 73… ¡agrego que desperdicio no quemas esos tiros en una buena cacería!
Después de muchos años Winchester regresó a la junta de los arroyos, Tata Valente y Tata Juan, tío Guillermo y tío Manuel ya no estaban. Descansaban en la sombras de los mezquites. Uno en El Revalse, otro más en la comunidad del Rosario (Las gallinas). Bajaron después de un recorrido de media hora a caballo hasta el valle perdido coincidiendo con el festejo de la boda de Irma consuelo González Núñez y Gonzalo Salgado Rufo. Felicitó a los novios y en un automóvil se dirigió a la Paz. Al pasar por el Rosario visitó la tumba de su abuelo Atilano Sánchez. Curiosamente la cruz y la placa mucho más después de medio siglo parecía que no había pasado el tiempo por ella. Después supe que había muerto a los 33 años de un padecimiento del hígado, por cierto que era minero y cuando presintió su muerte hizo jurar a su hijo mayor, tío Gerardo, que nunca revelara el lugar donde habían enterrado la mina.
Cerré los ojos y reflexioné en que hay muchas cosas más grandes y valiosas que el oro: La salud.