• Dedicado a Jesús de Nazaret.
3 figuras reflejadas en la obscuridad del exterior del Sanedrín iluminada por una lámpara de aceite era el testimonio de lo que decían: Dicen que vendrá y que su reino no tendrá fin. ¿Es acaso César Augusto? dijo el otro personaje, enseñando una moneda de oro en el que apareció un rostro con una leyenda: César Augusto, hijo de Dios. El tercer hombre extrajo de su bolsillo un siclo (Moneda de plata) donde se observan 3 lirios con una leyenda: “Yo seré un rocío para Israel”
Al preguntársele sobre esos lirios, repuso, desconozco el significado de esa trinidad. Pero se asegura que vendrá el esperado.
Los sacerdotes del templo que exigían la obediencia a las Tablas de Moisés no predicaban con el ejemplo. El esperado, convertido en hombre fustigó a los mercaderes del tempo y los expulsó de la edificación del Rey Salomón: “La casa de mi padre es un lugar de oración.
Esto y los milagros de las bodas de Canaán cuando convierte el agua en vino, la multiplicación de los panes y los peces, la resurrección de Lázaro, de volverle la vista a los ciegos, el mezclarse entre los pecadores, empezó a despertar la preocupación de Caifás y su pandilla que pregonaban principios del Dios de Abraham, pero no cumplían con los tratados morales y una fe y la esperanza como el bálsamo de los humildes.
Juan el bautista, familiar directo de Jesús se encontraba bautizando en las aguas del rio Jordán y esto se escuchó entre los que dialogaban 30 años antes en las afueras del Sanedrín: “cuando lo divise advertí a un hombre de estatura poco normal. Descendía por la ladera y sus brazos echados hacia los lados indicaban a un hombre con determinación”.
“Cuando se hizo más visible me quedé helado por la emoción. Un aura rodeada toda la parte anterior de su cuerpo. La belleza espiritual de aquel ser, rebasaba en todo la hermosura imaginable”.
Se adelantó en las aguas del Jordán y cuando el bautista levantó la vista, comprendió que la profundidad del azul de los ojos de aquel personaje, que se iniciaba la profecía. Jesús le pidió a Juan que lo bautizara para recibir el agua del rio Jordán y con ello la presencia del Espíritu Santo.
Cuando alinearon 3 estrellas en el cielo, los astrólogos dijeron a Herodes el grande que era parte de la profecía y de que su reino llegaba a su fin.
30 años después un hombre vestido con una túnica que acusaba desgaste, unas sandalias, una barba patriarcal, que defendía a los pobres, que pregonaba el amor, la justicia y la igualdad, su amor por los niños se empezó a oír por todo Israel.
Representaba el peligro de los privilegios de los poderosos. En tanto Juan el bautista fustigaba a Herodes y Herodías que se habían amancebado con la viuda de su hermano. El bautista era la voz que predicaba el desierto y anunciaba la llegada de un hombre que cambiaría al mundo.
Al cumplir los 33 años de edad había continuado su evangelio. Lo irónico que marcan las escrituras fue aquel domingo ramos, organizado por aquellos que deseaban que Jesús encabezara una revuelta, cuestión que no lograron. Los mismos que batieron las palmas, fueron aquellos que un viernes de dolores lo acusaron de ser un peligro para el César y para Israel.
Un justo había caído en manos del cobarde que se lavó las manos, pues sabiendo que era inocente, lo entregó a la turbamulta para que lo crucificaran. Desde lo alto del Gólgota Jesús de Nazaret, insiste en que el crimen, en que la quijada del burro ya no sea el arma homicida del hermano contra hermano, que los países vivan en paz, que los amigos no se encuadren entre los hipócritas y fementidos que a veces cotidianamente lidiamos con ellos y que, deberá llegar el día en que volvamos expresar la frase, de aquel bárbaro que estuvo a punto de entrar a la ciudad santa para destruirla. Cuando leyó en el arco principal de la entrada bruscamente detuvo la cabalgadura donde se encontraba un símbolo que muchos ni siquiera deberían atreverse a ver, dio media vuelta a la cabalgadura y siguió de frente.
A unos cuantos metros de la retirada volteaba a ver la expresión que había leído: ¡Venciste, Galileo!